
Estados Unidos. - El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) se encuentra desbordado, con más de 56 mil personas detenidas hacia el 23 de junio, una cifra histórica que supera ampliamente su capacidad instalada. Esta saturación ha sido causada por un incremento acelerado en las detenciones diarias, que pasaron de 660 en febrero a 1,200 en marzo, impulsadas por la presión del presidente Donald Trump, quien exige al menos 3,000 arrestos por día.
Aunque Trump ha justificado esta política como una medida para expulsar a criminales peligrosos, datos del Instituto Cato revelan que la mayoría de los detenidos no tiene antecedentes penales. Sólo el 7 % ha cometido delitos graves, y muchos de los arrestos ocurren en tribunales, donde migrantes asisten voluntariamente para regularizar su estatus.

Ante las altas cuotas, se han denunciado prácticas preocupantes: uso de personal sin capacitación, incluidas personas vinculadas a grupos supremacistas, y arrestos violentos sin órdenes judiciales. Estas acciones han afectado incluso a ciudadanos y residentes legales, al no diferenciar adecuadamente su estatus migratorio.
Desde el inicio del actual gobierno, las detenciones se han desplazado del borde fronterizo hacia el interior del país. Mientras que bajo Biden la mayoría eran capturados en la frontera, ahora el 70 % de los arrestos se realizan dentro del territorio estadounidense, lo que refleja un cambio drástico en la estrategia de control migratorio.

Para enfrentar la sobrepoblación en los centros de detención, se propone la iniciativa One Big Beautiful Bill, que contempla financiar 100 mil camas adicionales. Sin embargo, la creciente criminalización de la migración y el trato a personas sin historial delictivo han generado fuertes críticas tanto de organizaciones civiles como de líderes locales.