
Los Ángeles, California, EU.- En el diamante del viejo estadio Ángel Flores, el 8 de noviembre de 2007, Fernando Valenzuela lanzó por última vez una pelota profesional. Nadie lo sabía. No hubo homenajes, ni cámaras siguiéndolo, ni la intuición de que aquel sería el cierre de una era. Sólo un encuentro de temporada regular de la Liga Mexicana del Pacífico entre Mexicali y Culiacán.
El Toro subió al montículo con el mismo gesto con que alguna vez detuvo el tiempo en Los Ángeles. En la parte baja del quinto inning, apareció en la caja de bateo un zurdo sonorense con pasado en las Grandes Ligas: Karim García. La cuenta llegó a un punto medio. El lanzamiento viajó, García giró el cuerpo y conectó una línea seca al jardín derecho. Doble. Sin saberlo, había puesto punto final a la carrera del pitcher más emblemático del beisbol mexicano.

"De haber sabido que yo era el último bateador en su carrera, me dejo ponchar”, dijo Karim García entre risas en entrevista con Excélsior. “Nadie sabía que ese sería su último juego. Parecía que Fernando nunca iba a dejar de lanzar”.
El vínculo entre ambos se había tejido mucho antes de ese turno al bate. Karim creció en una época cuando las transmisiones de los Dodgers mostraban a un mexicano que dominaba la Major League Baseball (MLB) con un lanzamiento imposible de descifrar.
"Por él (Valenzuela) firmé con los Dodgers. Cuando tuve la oportunidad de ir a Estados Unidos, escogí a los Dodgers por Fernando. Era el ídolo de todos, también el mío”, recordó